Se pueden hacer un par de pruebas sencillas para saber la fertilidad de una mujer: la más fiable es mirar la reserva ovárica, que consiste en contar los folículos que hay en los ovarios al principio del ciclo menstrual -tiene el inconveniente de hacer la ecografía vaginal cuando todavía hay regla, pero si a la mujer no le molesta, los ginecólogos ya están acostumbrados; la segunda es hacer una determinación a sangre de Hormona Anti-Mulleriana (HAM).
Hay que descartar enfermedades que puedan comprometer la fertilidad como la endometriosis, el ovario poliquístico, miomas uterinos, etc.
Si la fertilidad es buena y tienes menos de 38 años, lo más sencillo es la inseminación con espermatozoides de donante. Se puede hacer siguiendo un ciclo natural mediante ecografía y con análisis de sangre y/o orina para saber cuando ovulas y hacer la inseminación en el momento oportuno. Dar algún suplemento de medicación puede ayudar a asegurar una buena ovulación y a la implantación del embrión.
La estimulación ovárica moderada para asegurar un buen crecimiento folicular y un buen endometrio es conveniente en algunas mujeres.
Cuando hay otros inconvenientes, no se consigue embarazo después de inseminación o se quiere hacer directamente procedimientos que tienen más éxito, se opta por la estimulación ovárica para punción folicular –conocido como FIV o “in vitro” con la intención de obtener una cantidad óptima de óvulos maduros que una vez fecundados al laboratorio darán lugar a embriones. El embrión de mejor calidad se transfiere a la mujer en el ciclo presente o más adelante. El resto de embriones se pueden guardar congelados, para tener otras opciones o si se quiere un nuevo embarazo –asegurando en este caso que son hermanos genéticos.